Saber Cine

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domingo, 30 de agosto de 2015

Camino de la cruz (Kreuzweg), de

Dietrich Brüggemann


La película de Dietrich Brüggemann, que se alzó con el premio a mejor guión en el 64 Berlinale resulta una experiencia increíble: hay sátira, hay dolor, hay asombro.
El título de la película nace como referencia al vía crucis que hizo Jesús antes de su muerte. La película está divida en capítulos  y cada uno resulta más severo que el anterior.

El filme se apodera de una temática “católica”: María, nuestra protagonista, está a punto de hacer la confirmación. Vive bajo un techo de católicos extremistas y su vida transcurre entre oraciones y evitar todo lo su iglesia dictamina satánico.
María decide entonces sacrificar su vida para que su hermano enfermo se cure y pueda por fin hablar.

Lo asombroso del filme es el trabajo de fusión que plantea entre una historia perturbadora y acojonante con las decisiones técnicas del director. Todo el tiempo, como espectadores, parecemos sometidos a un duelo parecido al de María (interpretada magistralmente por Lea Van Acken): la cámara está restringida a moverse (a lo largo de la película solo presenciamos unos tres movimientos que dan un increíble peso dramático y simbólico a la historia), lo vemos todo desde un mismo ángulo, las acciones están milimétricamente calculadas y, como espectadores, estamos siempre a merced de un director que también nos lleva por un camino a la cruz.

Los tres últimos episodios resultan magistrales. El filme goza de una magia increíble. Es profundamente poderoso ( y alejemos este cometario de toda posición religiosa) y, aunque triste, resulta liberador e intrigante.


"Most good movies are about the style, tone and vision of their makers. A director will strike a chord in your imagination, and you will be compelled to see out the other works.  Director become like friends."
Roger Ebert






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