Saber Cine

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jueves, 6 de octubre de 2016

Esa punzada justo arriba del estómago. Y TU MAMÁ TAMBIÉN, de Alfonso Cuarón.



 Y TU MAMÁ TAMBIÉN, de Alfonso Cuarón.


En esta memorable y provocadora película que nos entregó Alfonso Cuarón en el  2001, uno de sus protagonistas expone a otro parte de sus “mandamientos de vida”, de sus estandartes para afrontar ese corrosivo y mordaz acto de vivir: “La neta es chida pero inalcanzable”. La neta hace de sinónimo de la verdad. Y la película parece engendrar de esa frase misma. Su núcleo es aquella inocente y juguetona frase que termina por moldear el destino de todos.

En clave de road trip, Cuarón pone a sus tres personajes principales camino a una desconocida e imaginaria playa. Tenoch (Diego Luna) y Julio (Gael García Bernal), dos jóvenes promiscuos que comparten una (muy) íntima amistad, invitan a Luisa (Maribel Verdú), una española que conocen en la boda de la hermana de Tenoch, a ese improvisado viaje. Todo con el fin de conquistarla y sacar un par de horas (que en realidad se convierten en minutos) con ella en la cama.

Este viaje entonces enfrenta a este inestable y vertiginoso trío a esa inaccesible verdad. Un camino que expone todas esas grietas de las que está hecha la vida y que parecen desaparecer en la comodidad de ciertos momentos. Los personajes se vuelven vulnerables en el viaje y, sin quererlo y sin proponérselo, terminan descubriéndose ellos mismos y exponiéndose ante los demás; ese descubrimiento resulta insoportable y termina por caducar cualquier lazo que se hubiera ya erigido entre ellos. Esa revelación en los personajes resulta entonces tenebrosa y sus decisiones finales optan por apartarse de esas verdad para encajar (mejor y más fácil) en esa cotidianidad, mexicana en este caso.






En su genialidad, la película resulta un caleidoscopio de vivencias, de sentimientos, de comprensiones y, sobretodo, de sensualidad, erotismo y sexo.  Hay un retrato de una juventud que se ahoga en su propios deseos, en sus reclamos del mundo y de la vida, que se dedica a vivir el tedio. Una adolescencia alocada, llena de libertad y espíritu rebelde que, de alguna forma, tiene que acomodarse a las expectativas de esos adultos que parecen controlar el mundo.

La obra es también una radiografía sobre esa sociedad mexicana, tan hermana de la colombiana y aun tan vigente, que, sin ser foco de la narración y más bien tono y atmósfera, deja en el espectador un sin sabor de esas brechas que parecen imposibles de llenar entre los hombres que habitan el mismo terruño.

En esa dirección existe el importante recurso que Cuarón potencia: el narrador omnisciente. Este narrador, que como dijo el mismo Cuarón, nace de su pasión por el cine francés de la nueva ola, que administró de manera fantástica este recurso, acompaña toda la película, detallando cosas que podrían no importar pero que dotan de una dimensión importante al filme, dándonos pistas sobre el pasado y sobre el futuro.




Como nunca, Cuarón logra entrar en el terreno de lo erótico de una manera fuerte y tajante. Aquello de lo que resulta difícil de hablar, el secreto y las experiencias que quedan por fuera de la vida corriente construyen esas emociones de búsqueda sexual de los personajes. Sus escenas respiran una honestidad única y los personajes, en su exploración sexual, resultan maravillados (casi como el espectador frente a las escenas). La película desborda un amor desenfrenado y una pasión loca que desemboca en el máximo encuentro con ellos mismos. Esas experiencias se combinan con la revelación de secretos para darle un rotundo clímax al filme.


Sin usar disrupciones llamativas en la forma y concentrando su poder en la actuación y lo enérgico de sus imágenes, Y TU MAMÁ TAMBIÉN es, en definitiva, una mirada al espejo, una mirada que no pedíamos, pero que se nos da. Que, como la neta, es también inalcanzable pero transformada por la película para darnos visos de esa oculta y misteriosa certeza.