Saber Cine

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lunes, 20 de febrero de 2017

Sur mes lèvres (Lee mis labios), de Jacques Audiard.

A propósito del tributo que recibirá el actor francés Vincent Cassel en la versión 57 del Festival internacional de cine de Cartagena (FICCI), nos proponemos revisar una de sus películas que se proyectará en el marco de Festival.


Sur mes lèvres (Lee mis labios), de Jacques Audiard. (2001)


Esta película, del siempre talentoso Jacques Audiard, nos pone frente a las pulsiones de los deseos más entrañables de un dúo inolvidable de personajes, deseos que ninguno está dispuesto a discutir con el otro, ilusiones que parecen guardadas en saco roto.


Cassel y Devos en una escena de la película.


Carla (una espectacular Emmanuelle Devos), sorda, cansada de sus abusivos y despreciables compañeros de trabajo, con una vida íntima relegada a la oficina (con miedo a cambiarla pero con tantas ganas), se topa en su camino con Paul (un contenido Vincent Cassel que, a diferencia de los roles a los que está acostumbrado, aquí le toca guardar en lugar de mostrar, lo que resulta un ejercicio certero que da fuerza al filme), un ex convicto con ganas de dejar su pasado atrás, que contrata como su asistente en el trabajo. El tiempo que pasan juntos los une, los acerca.

Ambos necesitan del otro y Audiard, con ayuda del género, se pone a jugar con fuego. El erotismo escondido, las fronteras de lo legal y la venganza disparan a los personajes hacia enredos donde sortearse una salida les quita el sueño. Lo que vemos en pantalla son acciones que quitan la capa de lo superficial a los personajes. Ella, que puede leer los labios, necesita de la fuerza y lo explosivo de él para tomar el lugar que merece y que se ha hecho a propio pulso. Él necesita de ella para escapar de su pasado. El uno funciona como el catalizador del otro. Los dos, encerrados en sus propias jaulas, caminan por la cuerda floja, arriesgando sus lugares de comodidad (más en ella que en él), para encontrar la llave que los hará libres.

Y aunque el director juega con los guiños al género, encerrando a los personajes en persecuciones peligrosas, en asuntos donde la ley se esfuma rápidamente y donde el suspenso sofoca, la concentración nunca parece decaer de aquellos dos personajes. A la película parece interesarle más el dilema emocional de cada personaje. La fragilidad de los deseos queda expuesta en la lente de Audiard que quiere tanto a sus personajes que es capaz de empujarlos hasta el abismo para verlos felices, aunque ellos crean todo lo contrario. En Sur mes lèvres se sobreponen las decisiones que, aunque apoyando lo intrigante de las acciones concretas, expongan al personaje a sus miedos, a su intimidad con riesgo de quebrarse o no.

Las escenas de Devos en su apartamento resultan memorables, Audiard la trata con todo el cariño y la sinceridad. Asistimos a un importante recuerdo de lo frágil que es vivir al margen. Además, el personaje de Carla, que es el mejor explorado, experimenta un notable cambio que es manejado con elegancia y osadía. Es, al final, ella quien lleva las riendas de la narración. Y, aunque vulnerable, se sortea todas las salidas con su escudo que fabrica frente a nosotros.

Queda en el aire el personaje encargado de asistir a Paul en su proceso de reintegración. Audiard y su co guionista, Tonino Benacquista, intentan darle un peso de carácter importante pero la operación se cae al instante: queda casi que de relleno, inconcluso y con la sensación de que solo está puesto. También podría decirse de la película que cuando vuelca todo su estandarte hacia el género se cae en lo previsible y en el aglutinamiento de imágenes que no transmiten mayor cosa. Sin embargo, ahí están, firmes, Devos y Cassel para frenar una estrepitosa caída.

Una lucha estoica por lograrlo todo desemboca en un explosivo final que también es una prueba para los personajes. La humanidad que Audiard parece otorgarle a una película disfrazada de género permite alzarse con valentía entre lo ya visto y el riesgo de lo frívolo. Sur mes lèvres, un deleite.