Saber Cine

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lunes, 3 de agosto de 2015

Stranger Than Paradise, de Jim Jarmusch


En 1984, el director estadounidense Jim Jarmusch se convierte en una proeza y una reconocida figura de la filmografía mundial al ganar, en el Festival Internacional de Cine de Cannes, la Camera D’Or por su segunda película, Stranger Than Paradise. A ese importante reconocimiento lo apoyarían después el Leopardo de oro a Mejor película en el Festival de Cine de Locarno y el premio especial del jurado en Sundance.

La película, escrita y dirigida por Jarmusch, representa ciertas intenciones narrativas del director expresadas ya en su ópera prima, Permanent Vacations. Vemos seres sin un rumbo claro, aburridos, hombres sin consuelo, condenados – por ellos mismos- al desaliento y al aprisionamiento. También, como en su anterior obra, hay diferentes guiños cinéfilos y referencias culturales que le dan una riqueza a la propia narrativa del filme.

Willie, un emigrante  de Budapest, que reniega siempre de sus orígenes y detesta hablar y escuchar su idioma natal, debe recibir, en su diminuto apartamento neoyorquino, a su prima, Eva, que acaba de llegar de Hungría mientras su tía, que vive en Cleveland, termina con un procedimiento quirúrgico.

Willie, no tiene intención alguna de recibir a su prima. Su plan de hospedaje consiste en aburrirla, ignorarla y, por supuesto, gritarle mientras él se divierte con su amigo Eddie, estadounidense de nacimiento. Estos tres personajes no hacen más que dormir, fumar y esperar a que algo verdaderamente interesante pase. A excepción de Eva, que parece ser, de los tres, la que mas aflora sus sentimientos, Willie y Eddie, son unas rocas, como si tuvieran miedo de expresar lo que piensan y sienten.



Diversos acontecimientos: la falta de dinero, la pereza y el aburrimiento eterno y la realización que, en realidad, Eva, les alegraba los días hace que Eddie y Willie se embarquen en un road trip, donde lo que más desean es que se cumpla la esperanza que un lugar diferente lo cambiará todo. La vida, por supuesto, no es así y lo que les espera es el mismo mundo desértico y fantasmal, donde apenas un puñado de gente se divisa en las calles y los grafitis, la comida rápida y la televisión marcan la monotonía de sus vidas. El destino acordado es Florida pero antes hacen una parada para conocer Cleveland y de paso llevar a Eva a Miami.

Stranger Than Paradise es una historia sobre Estados Unidos visto por los ojos de unos extraños, es una historia sobre el exilio (el exilio de la patria y el exilio de uno mismo) y sobre las conexiones que, apenas, pasan desapercibidas.  Y es, a su vez, una sátira/crítica a la idealizada sociedad donde todo el mundo va a encontrar su sueño.

La película tiene un ritmo pausado, es como sus personajes: poco racionales, desapegados de todo, extraños. Nosotros, como espectadores, contemplamos la historia en tres grandes capítulos: “El nuevo mundo”, “Un año después” y “Paraíso”; a su vez vemos fragmentos, escenas, sin cortes (lo que para la producción implicó una coreografía entre los actores y la cámara y que todo, a su vez, se volviera tan orgánico como la realidad) y siempre miradas desde lejos, y luego fundido a negro. La película fue rodada a blanco y negro, con unos diálogos bastante acertados y muy bien afinados, son punzantes y conjugan perfecto con el ritmo que lleva la película.

La historia, que al parecer no tiene un conflicto aparente nos va mostrando la evolución de estos tres personajes durante su viaje de búsqueda a sí mismos. Para Eva son unas vacaciones y para Willie y Eddie es perseguir el presentimiento que los hará ricos. Sin embargo, la narrativa de la historia parece “explotar” al final del metraje, dándole la oportunidad crucial de vida, la oportunidad que estaban esperando, a sus personajes. Se definen a ellos mismo gracias a ese cúmulo de situaciones que pasan rápidamente.


Stranger Than Paradise es un relato más cercano a la realidad, prioriza los “tiempos muertos” y lo anecdótico se va dejando de lado. Es un manifiesto sobre seres perdidos, seres que en el mundo, su segunda oportunidad significó dejar de ser, todo eso a través de los ojos de Jarmusch, que nos dice que esos cambios son impuestos, que nos dejamos llevar. Nos advierte.

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